Un horizonte de progreso para el desierto de La Guajira se ilumina con la llegada de la energía eléctrica a la ranchería de la comunidad indígena wayúu en Pulitchamana. Allí, la Fundación instaló y puso en funcionamiento un sistema de paneles solares en el Centro Etnoeducativo Nro. 23 María Luisa de Moreno, el cual beneficiará a los 203 niños que se reúnen en esta escuela a diario junto a sus docentes para recibir las clases.
La Guajira es un departamento que se encuentra al extremo norte de Colombia y se caracteriza por estar cubierto por un gran desierto en la mayor parte de su territorio. Este es el lugar de residencia de muchos grupos de la comunidad indígena wayúu que habitan en medio de las altas temperaturas, la escasez de recursos y la falta de acceso a servicios esenciales como luz, agua, alimentación o salud.
Al formar parte de las Zonas No Interconectadas del país, es decir, que no están vinculadas a la red nacional de electricidad, estas comunidades deben buscar alternativas para generar energía localmente. Hasta este momento, en su ranchería (conjunto de viviendas tradicionales), la comunidad de Pulitchamana acudía al fuego para encender velas que les permitieran iluminar el interior de sus hogares, y a la luz de la luna para orientarse en espacios exteriores durante la noche.
En esta comunidad la Dra. María Luisa Piraquive puso su mirada en el año 2012 y, mediante su Fundación, construyó el Centro Etnoeducativo Nro. 23 María Luisa de Moreno. Esta escuela ha facilitado a los niños de la comunidad el acceso a la educación de calidad y representa un gran aporte para todas las familias, porque han aprendido valores y a trabajar juntos para impulsar su progreso conjunto.
Para llegar a ella, es necesario primero partir desde la capital del departamento, Riohacha, y recorrer en vehículo durante una hora un camino pedregoso y sin pavimentar, el cual han creado los pobladores por la necesidad de encontrar una vía de acceso. Desde allí, se cruza el río Ranchería mediante la garrucha: un sistema de transporte operado manualmente, compuesto por una serie de cables que sostienen y hacen avanzar una pequeña cabina de metal en las que se ubican las personas.
Tras realizar este recorrido, la Fundación llegó a Pulitchamana para realizar la entrega oficial de los paneles solares a la escuela. La alegría llenaba a todas las personas porque es la primera vez que disfrutan de energía eléctrica en su comunidad y es una oportunidad de mejorar las herramientas educativas para los niños. Además de la iluminación, este servicio permitirá que los niños y sus familias disfruten de la posibilidad de refrigerar sus alimentos para que siempre estén en óptimas condiciones de consumo.
De manera semejante, la Dra. María Luisa tuvo en cuenta que los niños no cuentan con electricidad tampoco en sus hogares. Por esta razón, cada familia recibió un kit solar que se compone de un panel solar portátil, una linterna y tres bomillas. Esta herramienta ha sido de gran beneficio para los niños porque ahora pueden iluminar su camino de retorno a casa durante las noches, estudiar con luz apropiada en cualquier momento del día y recargar los computadores y tablets que la Fundación les entregó durante la pandemia de Covid-19.
Adicionalmente, para continuar brindando un espacio seguro y ameno a toda la comunidad educativa se dispuso un sistema de cerramiento y alarmas en la escuela, y también se renovó la pintura de todas las instalaciones.
La instalación de estos paneles solares en la ranchería de Pulitchamana es una iniciativa que contribuye directamente a la reducción de la desigualdad en el país. Representa un avance y progreso para la comunidad, ya que ahora pueden cubrir necesidades básicas como iluminación, el uso de refrigeradores para la conservación de alimentos o medicamentos, el acceso a la educación virtual, entre otros beneficios.